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Familias

por DIANA GONZÁLEZ

Con este post quiero despedirme con un "Hasta pronto". Las próximas semanas las dedicaré a cuidar de mi "nueva familia". En cuestión de días (o a lo mejor horas) llegará a este mundo mi pequeña, y todos mis amigos ya papás se han encargado de advertirme que, al menos, el próximo mes, será bastante duro, y q apenas tendré tiempo si quiera para dormir.

A pesar de que he tenido nueve meses y pico para hacerme a la idea, aún me cuesta asumir que de repente llegará a mi vida una personita que hará que nuestro mundo cambie completamente, que nuestro corazón camine solo, fuera ya de nuestro cuerpo... Éramos una pareja, y de repente, seremos una familia. Otra familia que se une a nuestros padres y hermanos, a los abuelos, a los sobrinos...

Cuando era pequeña las familias casi siempre eran iguales a mi alrededor: había un papá, una mamá y los hijos. En el cole era bastante raro encontrar algún compi que viviera con los abuelos, que sus papás estuvieran lejos o en el cielo. Casi todos teníamos en la puerta esperándonos a las cinco el mismo modelo de familia.

Hoy basta con levantar la vista para darse cuenta de lo que el mundo ha cambiado. A las puertas de las clases extraescolares de los colegios hay cada vez más abuelos que recogerán a los niños, chicas que echan una mano en casa a los papás que trabajan hasta muy tarde, la nueva pareja de papá, que esta quincena se encarga del nene hasta que el papá salga del curro. El mundo cambia, la sociedad evoluciona, cada vez hay más divorcios, los matrimonios no son sólo de hombre y mujer, cada vez más personas deciden emprender la aventura de la paternidad a solas, sin parejas. ¿Quiénes somos para juzgarlo?

Seguramente hace treinta años, aprendimos o nos contaron en el cole o en casa lo que era una familia. Hoy el modelo ha cambiado. Mejor, ya no es singular, es plural: hay modelos. Tantos como personas, con sus circunstancias, con su estilo de vida, con aquello que nace de sus corazones. De verdad, ¿quiénes somos para juzgarlos?

Serán las hormonas, el instinto maternal que aflora en cada cosa que hago, pero yo me pregunto: ¿qué importa de donde venga el amor que rodea a cada uno de nuestros niños? ¿Qué hay de malo en que los más pequeños nos pregunten por qué su amiguito no tiene mamá y sí dos papás?

No soy psicóloga, no pretendo juzgar las convicciones religiosas de nadie, quiero respetar las opiniones de todo el mundo. Pero hoy, que estoy ansiosa por conocer a mi hija, me siento delante de la televisión y me horroriza pensar en el tipo de mundo en el que estamos criando a nuestros niños. Cada vez más violencia, incluso en el propio hogar y a las alturas del siglo en el que estamos.

Y al caminar por la calle veo que son diferentes personas las que sostienen la mano de nuestros niños y les preguntan que tal les ha ido hoy en el cole. No son siempre mamá o papá, ni los abuelos. Y me parece que lo realmente importante es que detrás de cada uno de esos niños podamos encontrar una persona que les quiere, que se preocupa por ellos, que vela porque su día a día sea el mejor posible. Qué más da de donde proceda el amor. Todos merecemos sentirnos queridos, todos deberíamos poder sentirnos seguros en casa. Yo quiero un mundo para mi hija en el que los niños puedan dormir tranquilos, cuando ese alguien que les cuida les da un beso al meterse en la cama y les desea que sueñen bonito.

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