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Yo, mi, me, conmigo

por DIANA GONZÁLEZ

Y de repente sin saberlo llega a tu vida una racha de esas que quisieras borrar de un plumazo, de esas que te hacen sentir pequeño, de las que saben a sal de tus propias lágrimas... Así que es necesario buscar y rebuscar entre las cosas que nos hacen felices. Porque vivir triste, sentir feo y no sonreír a la vida debería estar prohibido.

En esos días en los que no querría salir de debajo de mi nórdico, mi música favorita suena fuerte a todas horas, porque cantar (mal) y tararear esa melodía, siempre siempre me cura un poco. En esos días, me obligo a subirme a los tacones porque alguien muy guapa por dentro y por fuera me recomendó estar por encima de la gente; me pinto el ojo, porque mi madre dice que hay que sacarse partido y no tener esa cara que parece que te han vomitado las brujas. Cuando estas deseando que llegue la noche y termine esa "mierda de día" me obligo a quedar con mis amigos y cenar más que hidratos prohibidos o merendar en Bea´s Bakery. Porque señores sí, la vida con un poquito de azúcar me resulta mucho más apetecible.

En esos días en lo que todo está oscuro, abrazo fuerte a mi abuela, me dejo mimar por mi madre y camino de la mano con mi padre. Bailo con mi hermana y su pequeña del alma en el salón. Las beso, las beso mucho. Y duermo acurrucada a su espalda, porque me gusta sentir ese corazón del que me enamoré en Madrid un febrero muy frío.

Cuando sientas que el mundo te arrastra, que va muy deprisa y estás a punto de perderte, para un segundo. Cierra los ojos. Respira y dedícate tiempo. Oblígate a hacer todas esas cosas que no te apetecen porque estas triste, cansando o demasiado enfadado. Al final del día, habrá merecido la pena.

Y justo en este momento en el que todo soy yo, mi, me, conmigo... mis problemas, mis historias y lo horrible de mi vida, echo el freno. Porque de repente, he caído en la cuenta. Las personas que se olvidan un poco de sí mismas, las que se levantan cada día para dedicarse a los demás, las que luchan para que unos pocos a los que el mundo ha olvidado obtengan todo lo que merecen, esas personas, tienen muchas menos rachas de esas que quisieras borrar de un plumazo.

Y yo que hablo sin parar, advierto que sonrío mucho más cuando trato de escuchar (sin interrumpir) lo que las niñas tienen que contarme. Soy inmensamente feliz cuando regalo. Cuando en mis tardes libres paso tiempo con los mayores de la casa, con mi Yaya.

Ayudar a alguien que lo necesita, preocuparte por esa persona que en estos meses trata de superar esa pérdida que no esperaba, compartir lo poco o lo mucho que tengas, unirte a esa causa justa, convierte ese yo en nosotros.

Decía la Madre Teresa de Calcuta que «Las personas más felices no siempre tienen lo mejor de todo. Solo sacan lo mejor de todo lo que encuentran en su camino. La felicidad espera por aquellos que lloran, aquellos que han sido lastimados, aquellos que buscan, aquellos que tratan. Porque solo ellos pueden apreciar la importancia de las personas que han tocado sus vidas. No puedes ir feliz por la vida hasta que dejes ir tus fracasos pasados y los dolores de tu corazón».

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1 comentario

  • pilar66

    11/11/2014 19:57

    AMEN

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