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Reconciliarme con Talavera

por DIANA GONZÁLEZ

Hubo un momento en mi adolescencia en el que me enfadé con Talavera. Con esas ganas que tiene la gente joven de salir y comerse el mundo, Talavera se me quedó pequeña. No me gustaba que cuando salía los fines de semana, daba igual donde fuera, siempre veía las mismas caras en los mismos sitios. Y me marché a estudiar a la universidad a Madrid, y Madrid, te encanta o lo odias. Y para mí sí: ¡de Madrid al cielo! Además, tenía muchos compañeros de Residencia que eran de Toledo, y claro, Toledo es inigualable. Toledo es ciudad imperial. Toledo es precioso. Y mi Talavera parecía muy pequeña y muy feucha.

Ahora que después de bastantes años he vuelto a casa, después de vivir en otras ciudades, me he reconciliado con Talavera. Y llevo un invierno, que al pasar cada mañana junto a la ribera del río, la luz de Talavera me ha pellizcado (mucho) el corazón. He vuelto a disfrutar de los paseos con mis hijas por esta ciudad en la que crecí. Y a mi mente llegan las imágenes con mis padres y mis abuelos en El Prado. Y la Basílica es otra vez la más bonita para mí. Y me encanta pasear por el casco orgullosa con los amigos que vienen de fuera a visitarnos. Y me llena de orgullo cuando nos dicen lo bien que se come aquí, y la calidad de vida que parece haber. Lo competitivo de nuestros precios.

A Talavera le faltan muchas cosas, claro está. Son muchas las parejas jóvenes que nos cuentan que desearían vivir aquí y poder seguir trabajando en Madrid, que tardan lo mismo o más desde Móstoles, Getafe o Fuenlabrada al trabajo. Pero claro, que hoy, con esta infraestructura, es imposible. No perdemos la esperanza, aunque la verdad es muy difícil...

Pero hoy solo quiero pensar en todo lo bueno que esta ciudad me está dando. He leído en el Club de las Malasmadres que la sociedad quiere que las mujeres trabajemos como si no tuviéramos hijos y que les criemos como si no trabajásemos. La conciliación sigue siendo una utopía. Pero las distancias en Talavera me permiten "poder llegar" a más sitios con mis hijas. Nos da tiempo a unos ratitos de parque entre semana. Y tener el cumple de un amiguito no supone hacer malabarismos para ajustar horarios.

Me gusta que los niños se reconozcan en el parque. Me gusta que salir a comprar te dé la posibilidad de encontrarte con alguien a quien aprecias. Y, aunque no puedas quedar tanto como te gustaría, esos minutos en la puerta de una tienda te den la oportunidad de saber cómo está. Me gusta ver todas las caras que veía de cría. Y descubrir que la vida ha sido buena para la inmensa mayoría. Ver cómo hemos crecido y formado nuestras propias familias, reconocer como las amistades siguen intactas (como veinte años atrás) me reconforta.

Y esto me lo da Talavera. Y todas las fotos de la ciudad me parecen hoy mucho más bonitas. Será la luz... Pese al invierno, el sol estos meses me ha permitido guiñar el ojo y ver que Talavera será siempre mi casa.

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