“El Mayordomo” tiene todos los ingredientes para optar a la preciada estatuilla a la Mejor Película en la ceremonia de los Oscar del año próximo. De hecho parece haber sido rodada para ese fin. Como hiciese “Forrest Gump” en su día, ésta película hace una repaso exhaustivo de la reciente historia americana a través de sus presidentes, apoyándose en el maltrato que ha sufrido la raza de color en la tierra de las oportunidades durante el siglo pasado.

Al mostrar constantes elementos históricos (de hecho el guión está basado en hechos reales) y al tocar un tema tan sensible como es el racismo, el espectador disfruta y sufre, como lo haría con un documental, con el progreso lento, pero positivo, que va sufriendo la América profunda - sobre todo la del sur – en el transcurso de los años. El argumento, una historia de superación, en la que el protagonista de color evoluciona de malvivir en los campos de algodón a ser mayordomo de la Casa Blanca, tiene los suficientes ingredientes para tocar la fibra del espectador, pero sin llegar a emocionar del todo. Quizás la culpa la tenga un excesivo metraje y un argumento bastante previsible, que sigue ciertas formulas hollywoodienses establecidas, como poner al frente de la historia a un personaje bondadoso y despistado que sirve de McGuffin para repasar la reciente historia de América.

El director de color Lee Daniels, que cuenta con títulos tan interesantes como “Precious”, rueda con pulso firme pero cierta frialdad documental, consiguiendo sólo a medias el propósito de hacer que el espectador se identifique con los protagonistas. La película adolece de una solemnidad a veces algo fría y carece de cierto sentido del humor, que cuando se deja entrever (como en el personaje del hijo pequeño de la familia Gaines o el presidente Lindon B. Johnson), conecta mejor con el espectador y gana enteros. Y es que el mayor problema es que los momentos más dramáticos o hermosos del filme no siempre están acompañados de una banda sonora que te involucre dentro de la acción y por el contrario el metraje toma un tono documental que termina por desubicarte de los sucesos.

Forest Whitaker, ese secundario al que llevamos viendo desde principios de los años 80 en infinidad de títulos de calidad como “Platoon” o “El Color del Dinero”, y que tuvo su gran oportunidad con la película “Bird” de Clint Eastwood, hace aquí el papel de su vida como Cecil Gaines. Whitaker se codea con un reparto plagado de las estrellas de lo más variopintas: artistas de la música en pequeños papeles como Mariah Carey o Lenny Kravitz, actores consagrados de la talla de Jane Fonda, John Cusack, Vanessa Redgrave o Robin Williams; y así hasta una veintena de caras de sobra conocidas por el público.

Lo mejor de “El Mayordomo” es la encarnación de cada uno de los presidentes. James Marsden es un Kennedy que logra alguno de los momentos más emotivos del filme al igual que Robin Williams como Eisenhower; mientras que John Cusack consigue un Nixon bastante calculador y casi detestable; pero los mejores son, sin duda, Alan Rickman como Ronald Reagan (tremenda caracterización) y Liev Schreiber como Lyndon B. Johnson, el más divertido de toda la película.

El defecto visual más llamativo de “El Mayordomo” es Oprah Winfrey como Gloria Gaines, que, a pesar de una interpretación más que convincente, parece no envejecer aunque por su personaje pasen cincuenta años. Por otro lado, todo el conflicto familiar de los Gaines pierde interés al lado de los entresijos que tienen lugar en la Casa Blanca, lo que termina por demostrar que el lado dramático de la película pierde peso frente a los hechos puramente históricos, que resultan mucho más interesantes para el espectador.

La película posiblemente gane varios Oscar por derecho propio: salda su cuenta pendiente con la comunidad afroamericana tan torturada en el pasado y supone uno de los documentos fílmicos más veraces sobre la historia Estadounidense. Pero por otro lado, a nivel puramente cinematográfico y dramático, el filme no acaba de funcionar.