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La Bruja de San Andrés

por PILAR CAMPILLEJO

Todo esta oscuro. Oscuro como boca de lobo, y por lo que se oye, nunca mejor dicho.

Antes de cerrar los ojos, estaba oyendo ese latinajo adormilante que desgranaba Don Juan, el párroco. Desde mi rincón oculto, tras un pequeño altarcillo donde me cuelo a dormir, he soñado con los manjares que se ofrecen en los puestos de la corredera.

Y de repente, un ruido como de garras y metal me ha despertado. Pero la oscuridad me envuelve y no veo nada.

Poco a poco, la luz de una vela revela parte del arco del altar. Una aparición, un monstruo, un espantajo crece contra la pared, convulsionándose en una danza macabra. Un grito puja por salir de mi garganta, pero el pánico hace un tapón y aunque abro la boca, no sale nada.

Cuatro deformidades con patas bailan alrededor de esa sombra vacilante y una serie de oraciones que suenan a maleficio se desgranan en el aire helado.

Y en la oscuridad, como boca de lobo, se oyen juntos los gruñidos y el temblar de los huesos en las tumbas.

Todo en mi cabeza se apaga y la negrura me engulle en una pesadilla infernal.


La leyenda de la bruja de San Andrés es una de las muchas que jalonan la historia terrorífica de nuestra ciudad. Catalina era una mujer, de la que todos decían que tenía poderes y a la que acudían los que necesitaban algún remedio, pues tenía fama de hablar con el demonio.

El procedimiento era sencillo. A las tres de la madrugada, hora demoniaca por ser la opuesta a las tres de la tarde, la hora que murió Jesús, con agua bendita creaba un circulo de seguridad y tras repartir monedas por los rincones de la iglesia, convocaba al demonio, que solía presentarse en forma de lobos monstruosos, cerdos u otras bestias, que se acercaban al círculo llevando en sus fauces babeantes las monedas de su paga. Segura dentro del círculo, Catalina interrogaba alas bestias infernales, que le contaban todo lo que quería saber.

Cuando el interrogatorio terminaba, rezaba oraciones a Santa Marta y los seres demoniacos desaparecían.

Catalina Sánchez fue juzgada en Toledo acusada de brujería por la inquisición y condenada, en contra de la opinión popular que quería que la quemasen, a cien azotes y el destierro. Se dice que siguió ejerciendo sus malas artes por los bosques de la comarca.

¿Es cierto o falso? No sabemos a ciencia cierta, si estos rituales se llevarían a cabo o no, lo que sí es cierto es que cuando se realizó la restauración del interior de la iglesia, se dice que en la tumba de los Carvajales, estaban todos los huesos mezclados, como si alguna fuerza los hubiera movido.

Mi abuela, que era de Daimiel, un pueblo conocido por ser de brujas decía: “Mas vale creerlo, que ir a verlo”. Feliz Día de todos los Santos o Halloween, como prefiráis.

Gracias por leernos. Nos vemos.

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